martes, 27 de junio de 2017

El Indomable Will Hunting




CINE Y VALORES: El Indomable Will Hunting, o por qué tenemos miedo a conocernos

Una buena película para hablar con los adolescentes sobre el miedo a tomar decisiones

Entre las frases más extrañas de la historia de la humanidad se encuentra esta: “conócete a ti mismo”. Mezcla de evidencia, misterio e ingenuidad, es algo que parece tan obvio que nadie le presta suficiente atención: ¿¡cómo no voy a conocer quién soy!? Fue Sócrates quien introdujo la frase en nuestro patrimonio intelectual y aún hoy se utiliza en casi todas las terapias psicológicas, consejos psuedointelectuales y sentencias que colgamos en el Facebook.
“El indomable Will Hunting”, en inglés original “Good Will Hunting”, y a partir de ahora “Will Hunting”, tiene como melodía principal ese tema. Porque la película va precisamente de eso, de saber y de qué significa realmente ser inteligente. No por nada, nuestro protagonista (Will) es un genio de las matemáticas y que en palabras de Sean, su psicólogo, “nadie puede negar eso”. Admitamos desde un principio que el resto de los mortales no lo somos.
Y admitamos otra cosa: si saber, lo que se dice de verdad “saber”, es como sabe uno su número de teléfono, atarse los cordones, cocinar pasta o leer una novela, entonces el problema está resuelto. Ya lo sabemos, y lo sabemos de sobra. Así que si vamos por ese camino se nos agota el tema. El saber del que habla la película es el más importante: saber quién soy para saber qué quiero de verdad y quién quiero ser. Porque decidir es aparentemente fácil, pero decidir saber no.






Will es un genio y, como tal, ese saber que está en los libros lo tiene más que asumido. También decide cosas cotidianas todos los días. Es un tipo que además tiene una forma de ser dura, risueña, valiente y gentil al mismo tiempo. Pero no se atreve a lo único que hay que atreverse en la vida: a saber apostar, a jugársela. Busca lo que cualquiera de nosotros y nuestra sociedad nos pide: seguridad. Quiere sentirse seguro en su trabajo (limpiando pasillos o en la construcción), con sus amigos (que no le van a pedir que demuestre su genialidad) y en su vida cotidiana (con novia pero sin compromiso). Es un niño maltratado, huérfano, y sólo quiere que no le hagan daño, que la vida deje de ser demasiado dura, que nadie rompa la campana de cristal que se ha creado y que tanto sufrimiento le ha costado crear.
Tras los pertinentes minutos introductorios la película empieza verdaderamente así: Will (Matt Damon) va por primera vez a la consulta de Sean (Robin Williams). No va ser una terapia al uso, pues no es nunca cuestión psicológica (en eso la película es fantásticamente paradójica), sino más bien una conversación sincera entre ambos.
La cinta se puede vertebrar desde los encuentros entre Will y Sean. En el primero de ellos Will, aunque de forma teórica, desafiante y, en verdad, con un disparo al aire, va a anticipar el gran tema comentando un cuadro pintado por Sean: “Quizás estés en medio de una gran tormenta. El cielo se te cae encima, las olas chocan contra el bote y los remos están a punto de partirse. Con los pantalones meados. Solo deseas un puerto y harás lo que sea por salir de ese infierno. Por eso se hizo psicólogo”. Will aún no sabe que también se acaba de describir a sí mismo.

La continuación se convierte en el que es que quizás el escenario más conocido de la película. La escena del lago. No se reconoce del todo el parque (¿quizás el Boston Common?, algo así como el Central Park de Nueva York, el Retiro de Madrid, pero de Boston). Es una delicia intelectual y cinematográfica. Tanto, que no me resisto a copiar, al menos en parte, el discurso de Sean. Allí están, sentados, mirando los cisnes en un día soleado.



 

Y así responde Sean:
Estuve pensando en lo que me dijiste el otro día sobre mi pintura, estuve pensando toda la noche y se me ocurrió una idea […] Eres un crio y en realidad no tienes ni idea de lo que hablas. Si te pregunto sobre arte me responderás con datos sobre  los libros que las leído, te lo sabes todo, si te pregunto sobre Miguel Ángel me responderás vida y obra aspiraciones políticas, su amistad con el Papa lo que haga falta pero tú no puedes decirme como huele la capilla Sixtina, nunca has estado allí y has contemplado su hermoso techo, […]Si te pregunto por el amor me citarás un soneto, pero nunca has mirado a una mujer y te has sentido vulnerable, no has pensado que Dios ha puesto un ángel para ti, para que te rescate de los pozos del infierno, y qué se siente al ser su ángel, al darle tu amor para siempre y pasar por todo, por el cáncer; no sabes lo que es dormir en un hospital durante dos meses cogiendo su mano porque los médicos vieron en tus ojos que el término horario de visitas no iba contigo, no sabes lo que significa perder a alguien porque solo lo sabrás cuando ames a alguien más que a ti mismo dudo que te hayas atrevido a amar de ese modo. Te miro y no veo a un hombre inteligente y confiado, veo a un chaval creído y muerto de miedo.
¿Es que acaso Will, con su metáfora sobre el puerto y la tormenta, no ha dicho algo verdadero?, ¿por qué esa aparente reprimenda?, ¿es que Sean no se atreve a reconocer que todos tenemos miedo? Entonces, ¿por qué le dice, resumiendo, que no se ha enterado por mucho que “sepa” de muchas cosas? Porque una cosa es saber las cosas intelectualmente y otras haberlas vivido sabiendo de verdad lo que se vive. Quien de verdad sabe intelectualmente es Will, pero quien de verdad sabe lo que es la vida es Sean. Es la diferencia entre saber las normas de la gramática y saber escribir, entre saber lo que es el miedo o el amor y saber que una idea sobre el miedo no da miedo o un poema no puede amar. Y para saber todo esto, sólo hace falta primero una cosa: saber quién y cómo está verdaderamente uno mismo. Pero para saber quién es uno mismo hay dos caminos: saberlo teóricamente y de palabra (aunque uno no sea un genio como Will) y saberlo de verdad.
¿Cómo se consigue eso? Eso es lo que hay que saber. Porque lo que se está preguntando, dicho a las bravas, es cómo saber de verdad vivir.
Con el peligro de reducir mucho la película, toda ella se puede mostrar en una pregunta que muchas veces nos planteamos como juego o cuando estamos en apuros: ¿Qué pasaría si supiéremos el futuro?, ¿qué sucedería si supiéremos desde el inicio las consecuencias de nuestras decisiones?, ¿cómo elegiríamos? Saber lo que va a pasar en el futuro (es una redundancia) es algo que todos los seres humanos nos hemos planteado alguna vez.
Nada tiene que ver con un espíritu pseudobudista de” vivir el presente”, pues tener que tomar una decisión es en el fondo sentarse de frente al futuro e intentar medir las consecuencias de algo que aún no ha sucedido. También es una redundancia la frase “saber el futuro” porque en todo saber se anticipa en cierto sentido el futuro. Si sé sumar o atarme las zapatillas, ya sé, en cierto modo, el resultado de una suma que aún no he hecho o de unas zapatillas de correr que aún no me he calzado. Dicho de forma irónica: nadie se compra unas zapatillas de cordones pensando si sabrá o no atarse sus cordones. El saber implica tiempo, y, de cierta manera, lo anticipamos.
Pero realmente, cuando decimos que nos gustaría saber el futuro, nos referimos a que nos gustaría saber cómo va a ser nuestra vida concreta ante la incertidumbre. Algo así como a saber la fecha de nuestra muerte, si conseguiremos trabajar en lo que nos gusta, saber cómo estarán nuestros hijos de aquí a quince años, saber si uno encontrará el amor de su vida. Tener, en el fondo, una bola de cristal donde se nos apareciesen las consecuencias de nuestras decisiones actuales. Las paradojas de esta cuestión son múltiples y se han hecho numerosas películas, libros y teorías científicas al respecto. Pero todas ellas parten de lo mismo: queremos saber el futuro porque queremos saber una cosa: saber qué decidir en el presente. Y ese saber es la trama y el problema de Will Hunting.
Todo saber o conocimiento es importante, pero hay uno que tiene un contorno especial y distinto a los demás: saber querer, saber vivir, saber elegir. En ese “saber elegir”, el futuro o el resultado de una operación matemática ayuda poco. Will es capaz de anticipar con su sabiduría teórica, su genialidad intelectual, cosas que para nosotros nos resultan imposibles, pero no sabe elegir. Sus conocimientos no sirven a ese propósito. Will puede relatar una retahíla de anécdotas con una oratoria rallando lo genial para anticipar una supuesta decisión. La escena de por qué no quiere trabajar con la Agencia de Seguridad Nacional es fantástica. Pero tras toda esa delirante y cómica narración llega la pregunta de Sean:
Sean: ¿Te sientes solo?
Will: ¿¡Qué!?
Sean: ¿Tienes un alma gemela?
Will: Define “alma gemela” (soulmate)
Sean: Alguien que te desafía (challenge).
Will: Tengo a Chuckie (su mejor amigo).
Sean: No, Chuckie es tu familia, se arrojaría en pleno tráfico por ti, me refiero a alguien que te abra la mirada a las cosas, que llegue a tu alma.
Will: Tengo muchos. Shakespeare, Nietzsche, Frost, O’Conner, Pope, Locke…
Sean: Estupendo, todos muertos.
Will: Para mí no, no lo están.
Sean: Pero no puedes dialogar con ellos, no puedes responderles.

¿Qué está queriendo decir Sean con un “alma gemela” que nos desafíe? Frente a cualquier idea preconcebida, no se trata de lo que podemos saber de la vida para decidir, sino de lo que la vida nos pone delante. Y frente a cualquier intento de control, tampoco se trata de una situación o una cosa inerte que nos pueda suceder, sino de lo que una persona con palabras, gestos o acciones nos puede decir de nosotros. Es demasiado fácil pensar que la vida es algo que nosotros decidimos en nuestras cabezas mientras estamos reflexionando solos. Es demasiado fácil decidir sin que haya una respuesta de vuelta (y sólo una persona puede responder propiamente).
Así que esto es parte del secreto: es una persona la que nos enseña verdaderamente a saber vivir. La frase es de tal evidencia que a veces se nos olvida: es una persona y no una cosa o una situación, alguien que no podemos controlar, alguien que tiene su propia voz (y suele ser muy distinta a la nuestra) la que nos enseña a vivir. Tal vez por eso los padres, los maestros, los grandes amigos y nuestro grandes amores nos han dicho muchas veces cosas que no queremos oír y que luego –aunque no siempre pasa- hemos reconocido que eran verdad.
De ahí que una de las escenas más desconcertantes es cuando Chuckie (Ben Affleck), el amigo de Will, le dice la verdad:
Chuckie: Mira, eres mi mejor amigo, así que no te ofendas. Si en 20 años todavía vives aquí, vienes a mi casa a ver la tele y sigues siendo un obrero, te mataré. No es una amenaza, es un hecho. Te mataré.

¿Cuál es el problema? Que tenemos miedo. ¿Ven toda esa gente por la calle, paseando, hablando por el móvil, yendo a su trabajo, haciendo la compra? Todos tenemos miedo. Tenemos tan sujeta la vida, tan apretado el cinturón de las seguridades, que nuestra gran batalla es que todo se acople a lo que deseamos o a nuestras ideas, y, no cabe a engaños el tema, pues estamos dispuestos a dar la vida entera (trabajar en la construcción si hace falta aún siendo un genio) por tener esa seguridad.
La idea que a Will le da esa falsa seguridad es esta: “Viviré aquí toda mi vida. Seremos vecinos (le dice a Chuckie), tendremos hijos y los llevaremos juntos a ver béisbol”. Cada uno de nosotros tiene su propia idea peyorativamente teórica sobre cómo tenemos que ser nosotros, cómo tienen que ser los demás con nosotros y cómo ha de tratarnos la vida. Porque las más de las veces todo bascula en que elegimos y tratamos a las personas en función de cómo queremos que se acoplen a esa idea teórica que tenemos en la cabeza.
¿Ven esa gente por la calle? Tienen miedo. Y es un miedo natural, pero no son libres. Dos veces lo dice Sean, intentando mostrar qué significa saber elegir, saber vivir: “Eres huérfano, ¿verdad? ¿Crees que sé lo dura y penosa que ha sido tu vida, cómo te sientes, quién eres, porque he leído a Oliver Twist? Personalmente, eso me importa un carajo… porque, ¿sabes?, no puedo aprender nada de ti en ningún libro. A menos que quieras hablar sobre ti, sobre quién eres. A eso me apunto. Pero… no quieres hacerlo ¿verdad, chico? Te aterroriza decir lo que sientes… tu mueves, chaval”.
No soy la idea que tengo de mí, aun por mucho y muy bien construida que la tenga, y todos tenemos una idea de nosotros. Y no lo soy porque no soy una idea. Entre lo que somos y lo que creemos que somos media un milagro: los demás. Puedo pensar que soy muy sensible y hacer un mundo mental creyendo que lo soy, hasta que llega alguien que me recuerda que en verdad soy un insoportable susceptible. Pero para que eso llegue, y nos conozcamos, sólo se nos pide decidir una cosa: “Nunca podrás tener una verdadera relación con alguien en este mundo si siempre tienes miedo de dar el primer paso, porque lo que ves es todo lo negativo que hay en veinte kilómetros a la redonda”.
Nos cerramos, pues es más fácil vivir cerrado. No más falso, más fácil. No más necio, más cómodo. Buscamos un mundo mentalmente perfecto (aunque sea de obrero de la construcción en Boston mientras se bebe cervezas) porque no nos creemos que alguien pueda querernos como somos. En sentido muy específico vivimos en un “mundo ideal” que, por supuesto, lo rellenamos de falso realismo. “Te has montado, le dice Sean a Will, una filosofía perfecta, de ese modo podrás pasarte toda tu vida sin conocer a nadie de verdad”. Mataremos el tiempo, pero no conoceremos a nadie y no sabremos quiénes somos.
Pero en el fondo tampoco hay que saber mucho para poder vivir, pues no somos genios como Will. Y lo que hay que saber ya lo sabemos en cierto modo. ¿Y qué es lo que hay que saber para poder saber vivir? En la vida de Will se ha colado alguien que le ha tocado, una chica. Cuando Sean le pregunta si la volverá a ver, Will le responde:
Will: ¿Para qué?; ¿para qué me dé cuenta de que no es tan lista, de que es muy aburrida? No sé, esa chica es perfecta ahora y no quiero estropearlo.
Sean: Quizás lo que te preocupa es que tú dejes de ser perfecto.
¿Qué es lo que hay que saber para poder dejar entrar a los demás en nuestra vida? ¿Para poder conocerlos, vivirlos, dejarnos conocer? Muy fácil, tan fácil que ya lo sabíamos teóricamente antes incluso de haberlo vivido: “No eres perfecto, chaval. Y voy a ahorrarte el suspense. Esa chica, la que has conocido, ella tampoco lo es”. Es tan obvio que uno puede decir lo que sabe: que esto ya lo sabíamos, y que ya sabemos lo suficiente y que podemos saberlo teórica y anticipadamente. La pregunta no es pues si lo sabemos (pues ya lo sabíamos), la pregunta es es si estamos dispuestos a saber vivirlo. Nos escondemos, desconfiamos porque ser y vivir en un mundo imperfecto significa poder ser “abandonado por la gente que supuestamente tenía que amar[nos] más”. Pero esa imperfección del mundo, de los demás y de nosotros, ya la sabíamos… teóricamente.
Y es que ya sabemos lo que necesitamos saber para saber decidir: que las cosas no van a ser como nosotros planeamos que sean. Si toda nuestra decisión se basa en un saber estilo: “ha de pasar esto así y así”, “mi idea previa que anticipo es esta y esta” o “decido esto porque este va a ser el resultado”, entonces, desengáñate, no estás decidiendo, no eres libre, eres esclavo de un falso saber, de un deseo de control y seguridad que en verdad no se da en la vida de las personas. Puede ser que funcione con las cosas, pero nunca con las personas que nos encontramos.
Y no cabe media tintas: esto no es un “bueno, me arriesgo”, sale mal, luego decido mejor. El hombre no tropieza dos veces con la misma piedra, el hombre libre, el verdadero, y al que al final de verdad admiramos y deseamos ser, es aquel que tropieza y tropieza y vuelve a tropezar y al final ni siquiera supera la piedra, pero ha sido libre y ha sido él. Les llamamos apasionados, pero en verdad saben elegir, saben quiénes son, saben vivir y saben abrirse a los demás. Son personas de gran atractivo. Conocemos algunas de las historias felices de esos hombres y los llamamos exitosos, pero yo les aseguro que hay muchos que no lo consiguen, no lo superan, no son genios, y son hombres libres que viven la vida y los desafíos que les plantea.
Tal vez como pista de esas “almas gemelas” que necesitamos, cabe decir que las personas que nos hacen conocernos no son aquellas que nos dicen lo que tenemos hacer o (por muy buenas que sean esas cosas), o cómo deberíamos ser (que muchas veces se traduce por cómo ellas quieren que seamos) sino las que nos muestran cosas de nosotros mismos que no habíamos reparado: buenas y no tan buenas. Entre una cosa y otra, hay un abismo. Si las dejamos entrar, empezaremos a conocer el mundo y a nosotros mismos. “Tú mueves, chaval”.

Fuente: https://es.aleteia.org 
Autori: Enrique Anrubia | Abr 27, 2016 

viernes, 9 de junio de 2017

Hasta el último hombre

Clic aquí para ver película
Hacksaw Ridge (llamada en español Hasta el último hombre) es una película dramática y bélica estadounidense de 2017, dirigida por Mel Gibson y escrita por Andrew Knight y Robert Schenkkan.

 La película está protagonizada por Andrew Garfield, Vince Vaughn, Sam Worthington, Luke Bracey, Hugo Weaving, Ryan Corr, Teresa Palmer, Richard Pyros y Rachel Griffiths. El rodaje comenzó el 5 de septiembre de 2015, en Nueva Gales del Sur, Australia.



Sinopsis
La película está basada en la historia real de un soldado del Ejército de EE. UU. Desmond Doss, un cristiano Adventista del Séptimo día concienciado que se negó a portar armas en el frente y que, sin embargo, fue condecorado con la Medalla de Honor por el presidente Harry S. Truman, por haber salvado la vida a más de 75 hombres bajo el constante fuego enemigo durante la brutal batalla de Okinawa, en la Segunda Guerra Mundial. Basada en hechos reales.

Rodaje

El rodaje de la película comenzó el 5 de septiembre de 2015, de Nueva Gales del Sur.1 La producción de la película se basa en los estudios Fox Australia. Troy Grant, el Viceprimer Ministro de Nueva Gales del Sur, pronosticó que la película daría ingresos a la zona de 26 millones AUD por trabajos relacionados con la producción.1 El 21 de septiembre de 2015, comenzó el rodaje en Sydney.11




Contexto Histórico






Batalla de Okinawa



La Batalla de Okinawa librada entre Abril y Junio de 1945 fue uno de los enfrentamientos más sangrientos de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de que curiosamente constituyó el último gran duelo terrestre, aéreo y naval de la contienda entre Estados Unidos y Japón, el desproporcionado número de víctimas mortales por ambos bandos forzó a la solución de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki para poner fin de una vez por todas a la Guerra del Pacífico.






Plan de los Aliados

Catastrófico resultó el comienzo del año de 1945 para las potencias del Eje en todos los teatros de operaciones. Por ejemplo en el Frente del Pacífico, el Imperio Japonés acababa de ser expulsado de las Filipinas por el Ejército Estadounidense y de Birmania por el Ejército Británico; mientras que Alemania estaba siendo invadida desde el Frente Occidental por los Aliados y desde el Frente Oriental en dirección Berlín por el Ejército Rojo de la Unión Soviética. Por si fuera poco, las principales ciudades del Japón eran bombardeadas a diario por las superfortalezas volantes B-29 y el Ejército Imperial Japonés acababa de ser derrotado en la Batalla de Iwo Jiwa, cuya isla a medio camino del archipiélago favorecía dar el siguiente salto en la cadena antes del territorio metropolitano: las Islas Ryûkyû y más concretamente Okinawa.
Bajo el nombre de “Operación Iceberg”, la invasión de la Isla de Okinawa se planeó el 3 de Octubre de 1944 como una campaña conjunta entre Estados Unidos y Gran Bretaña, incluyendo por supuesto la Commonwealth con Canadá, Australia y Nueva Zelanda, que aprobaron en una reunión tanto el Presidente Franklin Delano Roosevelt como el Primer Ministro Winston Churchill. Básicamente el patrón de esta misión se diseñó según las cánones de otras similares en el Pacífico, con la excepción de que en esta ocasión se recurrió a una gigantesca fuerza naval y a un contingente de tierra con medio millón de hombres que sumaban las ocho divisiones, entre estas cinco del Ejército Estadounidense (US Army) y tres del Cuerpo de Marines (United States Corps), además de modificar la decodificación clásica de “Día-D” utilizada en los desembarcos por la más encriptada de “Día-L”.

La Marina Aliada del almirante Kelly Turner agrupó a un total de 595 buques para la invasión de Okinawa en lo que constituyó la mayor escuadra desplegada en el Frente del Pacífico. Se trataba de la Flota Estadounidense (US Navy) al mando del almirante Chester Nimitiz y del vicealmirante Raymond Spruance con la 58ª Fuerza de Tareas Estadounidense (Task Force 58) del vicealmirante Marc Mitscher; así como la Flota Británica del Pacífico (British Pacific Fleet) del almirante Bruce Fraser con la 57ª Fuerza de Tareas (Task Force 57) del vicealmirante Bernard Rawlings. Con estos barcos viajaría un contingente liderado por el general Simón Bolivar Buckner que incluía al III Cuerpo Anfibio del general Roy Geiger con las 1ª, 2ª y 6ª Divisiones de Marines encargadas de desembarcar en las principales playas de Okinawa; y el XXIV Cuerpo del general John Reed Hodge con las 7ª, 26ª, 27ª y 96ª Divisiones de Infantería que tomarían tierra en el sector de Hagushi, sin incluir a la 77ª División de Infantería que se desviaría con la misión de ocupar la vecina Isla de Shima.



Los Aliados reunieron un total de 540.000 efectivos entre 291.000 soldados y 249.00 marineros, además de una escuadra con 596 navíos (465 estadounidenses, 128 británicos, 1 canadiense, 1 australiano y 1 neozelandés) entre los que hubo 69 portaaviones (57 estadounidenses y 12 británicos), 24 acorazados (22 estadounidenses y 2 británicos), 40 cruceros (33 estadounidenses, 5 británicos, 1 canadiense y 1 neozelandés), 330 destructores (329 estadounidenses y 10 británicos), 2 dragaminas (estadounidenses), 1 corbeta (australiana), 3 portahidoraviones (estadounidenses), 8 petroleros (estadounidenses), 1 buque hospital (estadounidense) y 130 cargueros (99 británicos y 29 estadounidenses).

Plan de Japón
Okinawa, la mayor isla del Archipiélago de las Ryûkyû, era un trozo de tierra a medio camino entre Formosa y Japón de 64 millas de largo por 18 millas de ancho. Delimitada por la Península de Motobu al norte y la Península de Oruku al sur, gran parte de su orografía se componía básicamente de elevados macizos repletos de cuevas y de una frondosa selva de difícil acceso. No obstante y a pesar de su compleja naturaleza, existían importantes núcleos urbanos densamente poblados como la capital de Naha, así como ciudades de menor tamaño como Shuri, Manatoga, Yonabaru, Taba, Ishiwaka, Imadori, Nakaoshi, Toguchi o Nago. Incluso había un considerable número de pistas para aviones como los grandes Aeropuertos de Kadena y Yontan situados al oeste, junto a otros más pequeños en torno a localidades del interior e incluso dos en la vecina Isla de Shima.


Las Islas Ryûkyû habían sido consideradas por Estados Unidos y Japón como un teatro secundario de escasa importancia estratégica hasta que a mediados de 1944 se situaron en primera línea de fuego. Con tan sólo una reducida guarnición de 600 soldados y tres baterías de artillería, Okinawa comenzó a incrementar sus fuerzas con la llegada de tropas procedentes de Manchuria y la movilización para tareas auxiliares de 39.000 okinawanses entre los 17 y 45 años (entre ellos 16.000 que fueron reclutados), mientras los norteamericanos comenzaban a sobrevolar la isla con sus aviones. De hecho la primera incursión aérea tuvo lugar el 29 de Septiembre de 1944 con un escuadrón de bombarderos pesado B-29 que provocaron escasos daños sobre las instalaciones.

Mucho más devastador fue el raid del 10 de Octubre protagonizado por 100.000 cazabombarderos Hellcat y Helldriver procedentes de portaaviones que mataron 1.000 civiles, hundieron decenas de embarcaciones pequeñas en los muelles, destruyeron numerosos aviones aparcados en tierra, incendiaron un almacén con 300.000 sacos de arroz y pulverizaron varios depósitos con 5 millones de balas para armas de mano y 10.500 proyectiles de mortero y cañón.  

Desgraciadamente estos no fueron los únicos bombarderos porque otros similares se repitieron el 3 de Enero de 1945, el 4, el 22 y el 17 de Febrero, así como durante varias jornadas de Marzo, aunque apenas sin incidencias serias.

A mitad de 1944 comenzaron a erigirse las defensas en la Prefactura de Okinawa (Okinawa-ken) ante una más que inminente invasión por parte de Estados Unidos. A cargo primero del general Masao Watanabe y posteriormente del general Mitsuru Ushijima, los sistemas fortificados no se diferenciaron en mucho a los de otros escenarios de la Guerra del Pacífico al situarse generalmente en terrenos naturales, riscos y cuevas, primando especialmente los emplazamientos con baterías de artillería que rondaban entre los 70 y 320 milímetros de calibre y los túneles excavados bajo el suelo, a veces a 50 metros de profundidad, que eran invulnerables tanto a las bombas de aviación como a las baterías navales de los grandes buques. La estrategia japonesa eran sencilla: abandonar las zonas llanas que cederían sin combatir al enemigo en las primeras jornadas de los desembarcos para refugiarse en las cordilleras y selvas del interior, donde de forma escalonada irían resistiendo el máximo tiempo posible, algo que obligaría a la escuadra enemiga a concentrar su grueso sobre la isla y por tanto la haría muy vulnerable a los ataques de aviones kamikaze que provocarían daños inmensos sobre los barcos.



El XXXII Ejército Japonés con 77.000 efectivos fue la fuerza escogida para defender Okinawa con las 24ª y 62ª Divisiones de Infantería, la 44ª Brigada Mixta Independiente, el 27º Regimiento Blindado, el 15º Regimiento Independiente Mixto, el 5º Grupo de Artillería y el 21º Grupo de Artillería Antiaérea. A estas formaciones regulares hubo que añadir la Guardia Okinawense con 30.000 policías, el Regimiento de Incursión Naval con 3.850 marineros, una milicia local bautizada como “Boietau” con 15.000 voluntarios, el Destacamento de Trabajo Coreano con 12.500 voluntarios oriundos de Corea, la Unidad “Sangre y Hierro para el Emperador” conformada por 1.500 menores de edad recién sacados de la escuela e incluso 600 chicas de instituto que se agruparon en torno a la Unidad de Estudiantes “Himeyuri”. Respecto al arsenal bélico los defensores reunieron 335 piezas de artillería de campaña o antiaérea (8 de 240 milímetros, 44 de 150 milímetros, 72 de 75 milímetros, 77 de 25 milímetros, 74 de 20 milímetros y 60 de 13’2 milímetros), 120 morteros (24 de 320 milímetros y 96 de 81 milímetros) y 27 tanques (14 del modelo Chi-Ha y 13 Ha-Go). Ni siquiera faltó a la cita la Marina Imperial Japonesa con la II Flota del almirante Seiichi Itô con una decena de buques entre los que estuvo el superacorazado Yamato, el crucero Yahagi y algunos destructores.

El Ejército Japonés desplegó aproximadamente 140.000 efectivos entre 77.000 soldados, 30.000 policías, 3.850 marineros, 12.500 coreanos y 16.000 milicianos okinawenses, así como un material bélico de 27 tanques, 335 cañones, 120 morteros y 100 camiones; mientras que la Marina Imperial Japonesa a una escuadra naval de 10 navíos entre 1 acorazado, 1 crucero y 8 destructores.


A mediados de Marzo de 1945, la Marina Aliada fue objeto de ataques kamikazes de aviones japoneses que se lanzaron en picado contra los navíos norteamericanos. El portaaviones USS Wasp fue el primer buque en ser alcanzado por un aparato que provocó 101 muertos entre la tripulación y forzó a la nave a retirarse hacia Estados Unidos como consecuencia de la gravedad de los daños sufridos. Averías similares también contabilizaron sobre el acorazado USS Nevada y los destructores USS Dorsey y USS O’Brien II.

Flota Estadounidense en marcha hacia la Isla de Okinawa con el portaaviones USS Franklin unos días antes de ser destruido por aviones kamikaze.


Otro de los problemas con los que se encontró la Marina Aliada en Okinawa fueron las minas submarinas que circundaban toda la isla. Ante la imposibilidad de efectuar un desembarco en condiciones por culpa de estas trampas bajo el agua, los dragaminas USS Skylark y USS Shallow tuvieron que realizar un minucioso trabajo despejando seis campos de minas en un área de 7.800 kilómetros cuadrados y desactivando 603 artefactos, la mayoría frente a las playas de Hagushi, donde un equipo especial de buzos contribuyó decisivamente a la tarea. Desgraciadamente para los norteamericanos, durante el proceso de desminado el dragaminas USS Skylark chocó accidentalmente con una de las minas y se hundió llevándose las vidas de 5 marineros.


Las Islas Kerama Retto también constituyeron un importante objetivo antes de dar el salto a la propia Okinawa. Fue así como el 26 de Marzo de 1945 la 77ª División de Infantería Estadounidense desembarcó en las Islas de Aka Shima, Zamami Shima, Geruma Shima, Hokaji Shima y Yakabi Shima que se encontraban defendidas únicamente por una guarnición de 1.150 efectivos entre 650 japoneses y 500 coreanos. Salvo por la escasa resistencia presentada por los 400 soldados nipones de Zamami, los 200 de Aka y los 75 de Geruma que fueron reducidos con rapidez gracias al fuego naval del acorazado USS Arkansas, el resto de islotes fueron fácilmente ocupados sin pegarse un sólo tiro. Únicamente los 500 voluntarios coreanos que se atrincheraban en Takashiki Shima causaron ciertos problemas a los norteamericanos que desembarcaron en dicha isla y su vecina Awara Shima entre los días 27 y 30 hasta que la mayoría fueron abatidos o escaparon en bote al resto del archipiélago Una vez finalizada la Batalla de las Islas Kerama los estadounidenses sufrieron 112 bajas entre 31 muertos y 81 heridos, mientras que entre los japoneses y coreanos se contabilizaron 121 prisioneros y un lote de 350 lanchas suicidas del modelo Shinyô capturadas en unas cuevas junto al mar. No obstante, la mayor ganancia con este archipiélago fue que los Aliados pudieron emplazar una batería de 24 cañones de largo alcance de 155 milímetros con los que comenzaron a bombardear la misma Isla de Okinawa.

Día L
A las 5:30 horas del amanecer del 1 de Abril de 1945, la Marina Aliada con los buques de la Task Force 57 Estadounidense y Task Force 58 Británica comenzaron un devastador bombardeo de artillería naval contra la Isla de Okinawa disparando 44.285 proyectiles y 33.000 cohetes. A esta tormenta de fuego, se sumó el lanzamiento de napal por cazabombarderos en vuelo rasante y 22.500 granadas de morteros instalados a bordo de los barcos que arrasaron las zonas bajas del territorio insular y destruyeron el muro de hormigón de dos metros de altura que se situaba a modo de obstáculo a tan sólo 30 metros de las playas. Aproximadamente cayeron 25 proyectiles por cada 85 metros cuadrados en lo que constituyó la concentración de artillería más intensa de la Guerra del Pacífico.

Sometidas las defensas de la Okinawa a los grandes calibres de cruceros y acorazados, cientos de lanchas de desembarco cargadas de infantes y marines comenzaron a aproximarse hacia la costa. Durante el trayecto, las embarcaciones tuvieron la suerte de no recibir fuego desde el litoral, aunque sí el ataque de numerosos aviones kamikazes que causaron molestos estragos. Por ejemplo la lancha LST-844 fue envuelta por la explosión del impacto y hundida con 20 muertos a bordo y 21 heridos; mientras que el transporte de tropas USS Hinsdale fue acertado por un aparato suicida y hundido con otras 16 víctimas mortales.

Pintura de un destructor estadounidense derribando cazas Zero kamikaze durante la Batalla de Okinawa.


Las tropas del XXIV Cuerpo Estadounidense a bordo de 168 lanchas escoltadas por 28 tanques flotantes AMTRAC LVT y un escuadrón de 64 aviones en el aire, fueron las primeras en desembarcar a las 8:30 de la mañana sobre las playas de Okinawa en Minatoga, a muy escasa distancia de la ciudad de Hagushi, donde no encontraron ningún tipo de resistencia japonesa, salvo la excepción de una batería de morteros aislada que fue fácilmente neutralizada por los norteamericanos. Simultáneamente en el norte de la isla, el III Cuerpo Anfibio desembarcó a sus hombres sobre el Estuario del Río Bishi Gawa en la costa occidental, exactamente igual que la 6ª División de Marines algo más arriba. Apenas sin desatarse oposición por parte de los japoneses, el avance de los 16.000 invasores de la primera oleada fue espectacular porque al cabo de escasos minutos consolidaron una extensa cabeza de puente, a las 10:30 horas conquistaron el Aeropuerto de Kadena y a las 14:00 horas aseguraron el Aeropuerto de Yontan.
Tal fue la rapidez del Ejército Estadounidense durante el “Día-L”, que al caer la noche un caza japonés del modelo Zero aterrizó en el Aeropuerto de Yontan creyendo que todavía estaba en manos de su propio ejército, lo que obligó al piloto nada más tomar tierra y apagar el motor, a echar a correr hacia las instalaciones y ocultarse en un hangar. Ante este éxito rotundo del primer día de invasión, las tropas estadounidenses habían desembarcado en la isla a un total de 50.000 efectivos a costa de únicamente 159 bajas entre 28 muertos, 104 heridos y 27 desaparecidos.

Batalla del “Pináculo”
“¿Dónde está el enemigo?” fue la pregunta que se hizo el Ejército Estadounidense durante las primeras 48 horas de haber desembarcado en Okinawa. Hasta ese momento en la Guerra del Pacífico jamás los japoneses había esperado tanto tiempo en establecer contacto con el enemigo, salvo por algunas escaramuzas esporádicas de baja intensidad en distintos puntos de la isla como una incursión nipona la noche del 2 de Abril que dejó un saldo de 71 japoneses muertos y 16 bajas estadounidenses entre 4 muertos y 12 heridos.
Ni siquiera en una fecha tan tardía como el 3 de Abril de 1945, las tropas niponas apenas ofrecieron resistencia para defender el Monte Yontan que los marines ocuparon con pasmosa facilidad. De hecho, la oposición era tan escasa que aquella misma jornada el III Cuerpo Anfibio y la 6ª División de Marines enlazaron sus vanguardias al norte, exactamente lo mismo que hicieron la 7ª y 96ª Divisiones de Infantería al sur. Gracias a esta escasa oposición, los norteamericanos cortaron Okinawa en dos mitades tras asegurar el Istmo de Ishikawa y la Península de Katchin.
Inesperadamente el 4 de Abril de 1945, un potente bombardeo de la artillería japonesa procedente de las montañas se precipitó sobre las filas estadounidenses. Por fin el enemigo se había decidido a atacar y lo había hecho desde una posición conocida como el “Pínáculo”, consistente en una cordillera fortificada al sur de la isla que se conformaba por 15 fortines repartidos en cuatro emplazamientos bautizados como “Cactus Ridge”, “Red Hill”, “Tombostone Ridge” y “Triangulation Hill” de 145 metros de altura y coronados por un asta de coral de 12 metros. Defendido el sector por 110 soldados japoneses armados con 10 ametralladoras al mando del teniente Senji Taniwa, los norteamericanos sufrieron numerosas bajas asaltando las colinas, sobretodo la rampa del Castillo de Nakagusuku en los donde los nipones resistieron varios días protegidos por una muralla medieval de 6 metros de espesor. Aproximadamente se tuvieron que malgastar hasta un total de cuatro días, básicamente del 4 al 7 de Abril, para que la 77ª División de Infantería despejase el “Pínáculo” de enemigos y ocupase los cuatro bastiones y el Castillo de Nakagusuku, así como las ciudades de Chuda y Kushi, a costa de un elevado saldo de 1.000 bajas estadounidenses entre muertos y heridos por otras 4.500 bajas niponas.
Justo al mismo tiempo en que se produjo la Batalla del “Pináculo”, el Ejército Estadounidense desembarcó en las Islas Orientales situadas al oeste de las Islas Ryûkyû. Afortunadamente en esta ocasión, la presencia militar japonesa era prácticamente inexistente, por lo que salvo la Isla de Tsugen Shima que precisó de algunos combates para acabar con los escasos defensores nipones, las Islas Orientales fueron ocupadas al completo.

Epopeya del Yamato

“Operación Ten-Go” fue el nombre con que Japón bautizó a la que debía ser la última misión ofensiva de la Marina Imperial Japonesa en la Segunda Guerra Mundial. Liderada por el superacorazado Yamato con sus impresionantes nueve cañones de 460 milímetros, el buque debía navegar hasta las Islas Ryûkyû e irrumpir en la zona de Okinawa disparando a quemarropa sus armas hasta agotar las municiones tras destruir el máximo número de embarcaciones enemigas, momento en que la nave encallaría sobre la arena para ser abandonada por sus más de 3.500 marineros, los cuales se unirían a la guarnición insular como infantes.
El 7 de Abril de 1945, la II Flota Japonesa zarpó del puerto de Tukuyama en la Isla de Kyûshû con un total de 10 navíos entre los que se encontraban el acorazado Yamato, el crucero Yahagi y los ocho destructores Hatsushimo, Fuyuzuki, Yukizake, Asashimo, Suzutsuki, Isokaze y Hamakaze. Amparados por la oscuridad de una tormenta, las cosas salieron mal desde el principio porque tras dejar atrás la borrasca, a las 10:00 horas de la mañana los submarinos norteamericanos USS Threadfin y USS Hackleback interceptaron a la escuadra nipona al completo a la altura del Canal de Bungo. Inmediatamente se alertó a la Marina Aliada anclada en Okinawa que rápidamente movilizó a 19 navíos entre los que se encontraban los 11 portaaviones estadounidenses USS Belleau Wood, USS Bennington, USS San Jacinto, USS Hornet, USS Bunker Hill, USS Hancock, USS Bataan, USS Cabot, USS Intrepid, el USS Langley y el USS Yorktown, los cuales hicieron despegar a 386 aviones de los modelos Corsair, Hellcat, Avenger, Helldriver y Wildcat; los 6 acorazados USS Massachusetts, USS Indiana, USS New Jersey, USS South Dakota, USS Winsconsin y USS Missouri; y los 2 cruceros USS Guam y USS Alaska.

Pintura del acorazado japonés Yamato disparando sus poderosos cañones durante su trayecto a Okinawa durante la “Operación Ten-Go

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A las 12:34 horas del mediodía, la primera oleada de aviones norteamericanos compuesta por torpederos Helldriver que volaban protegidos por nubes bajas, se aproximaron a la II Flota Japonesa y se abalanzaron sobre los buques enemigos. La primera víctima fue el destructor Asashimo hundido con 326 muertos a bordo; así como el superacorazado Yamato que recibió dos bombas, cuya explosión destruyó los cañones antiaéreos de la torre secundaria de popa, además de un torpedo que le abrió un boquete de agua en la banda izquierda. Durante la segunda oleada lanzada poco después, el acorazado encajó cuatro bombas más que destrozaron su superestructura y averiaron el sistema eléctrico de armamentos. Casi al mismo tiempo el crucero Yahagi era alcanzado por doce bombas y seis torpedos que le hicieron darse la vuelta y hundirse con 446 marineros fallecidos. Similar destino sufrió el destructor Hamakaze tras irse a pique con otros 100 muertos.

Nuevamente a las 13:00 horas, la II Flota Japonesa fue sometida a una tercera y cuarta oleadas procedentes del oeste y del sudeste. Primeramente torpederos Avenger acertaron con tres torpedos al Yamato, para a continuación recibir una lluvia de bombas que pulverizaron la cubierta, destruyeron la radio y dejaron cientos de cadáveres sobre el barco. Poco después otros seis torpederos hicieron impacto en el costado, uno de los cuales acabó con el timón secundario y redujo su velocidad de los 14 a 7 nudos. De hecho para evitar que el navío se sumergiese, el equipo de daños inundó los cuartos de máquinas y las calderas situadas a estribor, lo que condenó a cientos de tripulantes a morir a oscuras y ahogados tras quedar sellados los compartimentos. Respecto al resto de navíos, las cosas tampoco fueron mejor porque el destructor Isozake fue hundido con 20 muertos y el Kasumi con otros 17.

Sobre las 14:00 horas de la tarde la situación del Yamato era dramática al ser poco menos que una chatarra flotante y humeante cuando los Avenger regresaron y le acertaron de nuevo con otros dos torpedos, justo al mismo tiempo en que las plantas inferiores empezaban a inundarse y el barco volcaba de lado unos 90º. Fue entonces cuando a las 14:23 se produjo una inmensa explosión que envolvió el buque y se elevó en forma de hongo más de 6 kilómetros de altura, siendo incluso visible desde Kyûshû a 160 kilómetros de distancia y escuchada desde Kagoshima a 200 kilómetros. Acto seguido los restos del barco se sumergieron y el Yamato se hundió bajo las aguas del Océano Pacífico tras haber perdido la vida un total de 3.063 marineros.

Conluida la “Operación Ten-Go”, el resultado de la misión había terminado en un completo fracaso por la Marina Imperial Japonesa. Fueron hundidos un total de seis buques entre el acorazado Yamato, el crucero Yahagi y los cuatro destructores Hamakaze, Isoakaze, Kasumi y Asashimo, además de perder la vida 3.700 japoneses (sólo 1.635 supervivientes fueron rescatados del agua de los que 280 eran del Yamato, 555 del Yahagi y 800 de los destructores); a costa únicamente 10 aviones estadounidenses derribados y 12 pilotos muertos.
Explosión del acorazado Yamato antes de hundirse con 3.063 almas a bordo.



Buscando venganza por lo ocurrido al Yamato, la Fuerza Aérea Imperial Japonesa envió como represalia un total de 19 aviones kamikazes contra la Flota Estadounidense. Apenas sin tiempo a reaccionar, uno de los aparatos dañó al portaaviones USS Hancock que se tuvo que retirar de la batalla con serias averías y 80 bajas entre 28 muertos y 52 heridos. También el acorazado USS Maryland sufrió daños graves en su estructura, exactamente que el destructor USS Bennet que hubo de ser evacuado de la isla.
Más suerte encontró la segunda oleada de kamikazes de la Fuerza Aérea Imperial Japonesa que compuesta por un total 205 aviones se abalanzó masivamente contra la Flota Estadounidense. Entre los portaaviones impactados estuvo el USS Bennington al que rompieron el timón y el USS Belleau Wood al que dañaron levemente. Sin embargo la peor parte se la llevaron los seis buques hundidos entre los que se contabilizaron los tres destructores USS Bush, USS Colhoun y USS Emmons, así como los dos transportes SS Hobbs Victory y SS Logan Victory, más la lancha de desembarco LST-447.

Conquista de la Península de Motobu
A partir del 8 de Abril de 1945 comenzó la batalla por la Península de Motobu cuando las tropas del Ejército Estadounidense ocuparon la ciudad de Nago y comenzaron a adentrarse en el Macizo de Yae-Take, una formación natural de riscos y cuevas con elevaciones de hasta de 365 metros de altitud. La táctica a seguir por los norteamericanos para evitar encajar unas bajas considerables fue la de ir rodeando el sector desde el día 9 para apoderarse de localidades adyacentes como Itomi en el centro peninsular y Yabu, Awa y Sugo en la costa; así como de Nakasoni, Toguchi y Unten la jornada del 10. Una vez rodeada la Península de Motobu y atrapados más de 2.500 soldados japoneses en el Macizo Yae-Tae el 12 de Abril de 1945, la 6ª División de Marines protagonizó un espectacular avance que acabó con la ocupación de las ciudades de Bise, Imadomari y Nakaoshi.
Igualmente complicado resultó la batalla por la Cordillera de Kazazu tras el asalto de la 96 División de Infantería Estadounidense, cuyos soldados tuvieron que replegarse ocultos por botes de humo después de ser rechazados con un saldo de 380 bajas entre 87 muertos y 293 heridos. Afortunadamente para los norteamericanos, la posterior carga de flanqueo “banzai” no fructiferó porque los japoneses sufrieron 1.500 bajas, aunque provocaron grandes pérdidas a sus oponentes mediante un potente bombardeo de artillería de 3.400 proyectiles que causó a los estadounidenses 2.800 bajas entre 700 muertos y 2.100 heridos.
Sobre el mar mientras tanto, la Fuerza Aérea Imperial Japonesa empleó por primera vez misiles a reacción Okha tripulados por pilotos suicidas que impactaron y hundieron al destructor USS Mannert Abele causándole 81 muertos y también a la lancha de desembarco LCS-33. Al mismo tiempo, otras víctimas de ataques kamikazes convencionales fueron el destructor USS Kidd que resultó hundido o los daños recibidos en el crucero USS Oakland y en los acorazados USS Idaho, USS New Mexico y USS Tennessee que derribaron 62 aparatos.

Pintura sobre el avance de tanques Sherman equipados con lanzallamas y acompañados por marines en la Península de Motobu.
Hasta el 14 de Abril de 1945 no se lanzó la ofensiva definitiva contra la Península de Motobu tras ser dividida la 6ª División de Marines en el 4º Regimiento de Infantería que avanzó hacia el Macizo Yae-Tae y en el 29º Regimiento de Infantería que imitó el mismo movimiento hacia el sector oriental. Apoyados los norteamericanos por cañones de artillería, aviones embarcados y las baterías navales del acorazado USS Colorado, los marines sufrieron numerosas bajas a manos de las compañías de morteros japonesas ocultas entre las montañas antes de alcanzar las orillas del Río Mann. Fue entonces cuando al día siguiente, el 15 de Abril, de manera inesperada los soldados japoneses protagonizaron una carga “banzai” a la bayoneta y katana (con ellos marcharon algunas mujeres fanatizadas) que terminó en una auténtica carnicería porque los marines masacraron a todos los asaltantes hasta aniquilar al último nipón.
Kazazu también se resistió a mediados de aquel Abril de 1945 porque los japoneses desbarataron todos los ataques del Ejército Estadounidense, incluyendo uno con 30 tanques Sherman que terminó con la destrucción de 22 blindados sobre el terreno a manos de cañones contracarro y suicidas con minas adosadas al cuerpo. Solamente la caída de las cuevas del Monte Skyline y de la Cota 178 en donde fueron aniquilados 400 soldados nipones gracias a un apoyo terrestre artillero de 19.000 proyectiles (el más grande hasta la fecha en la Guerra del Pacífico), favoreció la conquista definitiva de la Cordillera Kazazu a costa de un trágico resultado de 778 bajas estadounidenses entre 118 muertos y 660 heridos.
El Monte Yaetake de 365 metros de altitud fue otro de los rompecabezas a los que se tuvo que enfrentar la 6ª División de Marines durante la lucha por el Macizo Yae-Tae. Hacerse con esta posición fue un trabajo duro que requirió de varias jornadas y que tuvo como protagonista un solitario cañón nipón de 75 milímetros, cuyos artilleros acabaron con más de 50 marines gracias a que la pieza se hallaba oculta en una cueva y por tanto sólo asomaba el tubo para disparar. Tras sobrevivir a masivos bombardeos aéreos y navales, el cañón fue finalmente destruido por una patrulla de marines, no sin que antes despejaran mediante un asalto a la bayoneta el Monte Verde y la Cota 200 dejando un saldo de 347 japoneses muertos.
Neutralizado el Monte Yaetake, la 6ª División de Marines conquistó la Península de Motobu y con ésta el Macizo Yae-Tae. Hasta entonces los estadounidenses habían encajado 236 muertos, 1.061 heridos y 7 desaparecidos; mientras que los japoneses 2.500 muertos y 46 prisioneros.

Desembarco en Isla Shima
La Isla de Shima, un territorio insular situado al oeste de la Península de Motobu, fue otro de los objetivos dentro de las Islas Ryûkyû a conquistar por el Ejército Estadounidense. Bajo el nombre de “Operación Indispensable”, la 77ª División de Infantería efectuaría dos desembarcos de la siguiente manera: uno en el sur sobre las playas “Red T-1”, “Red T-2”, “Red T-3” y “Red T-4”; y otro al suroeste en la playa “Green T-1”. Una vez asegurado el litoral, los norteamericanos avanzarían hacia el interior para enfrentarse a una guarnición japonesa formada por 4.500 efectivos al mando del general Masashi Igawa entre los que había 3.000 soldados regulares y 1.500 civiles armados, entre estos numerosas mujeres voluntarias.
Durante la noche del 15 al 16 de Abril de 1945, la Flota Estadounidense comenzó el bombardeo de la Isla de Shima mediante fuego del acorazado USS Texas y los dos cruceros USS Mobile y USS Birmingham, así como una incursión aérea de la aviación embarcada que efectuó 292 salidas. Nada más amanecer, las primeras lanchas de desembarco comenzaron a realizar su maniobra de aproximación a la costa, justo en el instante en que varios aviones kamikazes se abalanzaron sobre la escuadra norteamericana. Primeramente uno de los aparatos impactó y hundió al destructor estadounidense USS Pringle causándole 78 muertos y a continuación un segundo chocó y echó a pique al transporte LCS-13.

Acorazado estadounidense USS Idaho bombardeando las costas de Isla Shima.
A primera hora de la mañana de aquel 16 de Abril, la 77ª División de Infantería Estadounidense desembarcó en la Isla Shima al 306º Regimiento sobre la playa “Green T-1” y al 305º Regimiento sobre las playas “Red T-1” y “Red T-2”. Acto seguido, las tropas norteamericanas avanzaron hacia el interior para ser posteriormente rechazadas por una posición defensiva situada en lo alto de una colina de 185 metros de altitud bautizada como “Pináculo Iegusugu”. Incapaces de proseguir, los invasores tuvieron que solicitar como refuerzo al 307º Regimiento que desembarcó en la playa “Red T-3”, el cual muy pronto se unió a los otros para participar en una cruenta batalla que se prolongó los días 17 y 18 de Abril. De hecho, tan intensos fueron los combates por Isla Shima que hasta la jornada del 20 los norteamericanos no conquistaron la capital de Ie tras haber sufrido numerosas pérdidas, entre estas la vida del famoso reportero Ernie Pyle.
El 21 de Abril de 1945, la Isla Shima fue ocupada al completo después de que el Ejército Estadounidense aniquilase a los últimos defensores en el “Pináculo Iegususu”. Hasta la fecha las pérdidas norteamericanas habían sido de 1.118 bajas entre 218 muertos y 900 heridos; mientras que las japonesas de 5.100 entre 4.700 muertos militares y civiles, más 409 prisioneros.

Península de Oroku

El 22 de Abril de 1945 comenzó la batalla por la Península de Oroku cuando un total de dieciocho navíos entre seis acorazados, seis cruceros y seis destructores bombardearon intensamente dicho sector disparando una gran cantidad de proyectiles de gran calibre, cohetes, bombas y napalm. Apenas sin respuesta por parte de los defensores, la única intervención la protagonizó una escuadrilla de aviones kamikazes que hundieron al dragaminas USS Shallow y a la lancha de desembarco LCS-15.
Al producirse la invasión del Ejército Estadounidense a la Península de Motobu, la zona se hallaba defendida por una guarnición japonesa equipada por 324 piezas de artillería, cuyo puesto de mando se ubicaba a 30 metros bajo el suelo del Castillo de Shuri (una fortaleza medieval donde curiosamente en el siglo XIX el comodoro estadounidense Mathew Perry había contribuido a sacar del feudalismo al Reino de Okinawa). Inicialmente el avance transcurrió sin oposición porque la 7ª División de Infantería ocupó la posición Skyline Ridge” y la 96ª División de Infantería el sector de “Nishibaru Ridge”. Sin embargo cuando la 27ª División de Infantería alcanzó las faldas de la Cordillera Urasoe-Mura, sufrió una cruenta emboscada que paralizó su progreso tras un saldo de 22 tanques Sherman destruidos.
Intento de salvar a los heridos de un tanque Sherman volcado tras recibir el impacto de un proyectil nipón en Okinawa.


La Cordillera de Urasoe-Mura era una sierra de 150 metros de altura con picos recortados en forma de paredes verticales de 15 a 20 metros y más de 30 niveles de túneles excavados bajo la roca. Detenida la 27ª División de Infantería frente a esta formidable barrera natural, el 23 de Abril la unidad modificó el rumbo para internarse en la Cordillera Maena. Simultáneamente la 7ª División de Infantería ocupó la posición “Conical Ridge y a lo largo de los días siguientes despejó el perímetro defensivo de “Kochi Ridge”. Tampoco durante este proceso la Marina Aliada dejó de proporcionar a las fuerzas de tierra el debido apoyo, lo que le valió ser objetivo de una cincuentena de ataques kamikazes como el reactor Okha que impactó y hundió al transporte canadiense SS Canadá Victory matando a 43 de sus tripulantes o el misil tripulado que echó a pique al buque hospital USS Comfort.
Inesperadamente la noche la noche del 3 al 4 de Mayo de 1945, la guarnición japonesa de la Península de Oroku al mando del general Mitsuru Ushijima decidió lanzar una contraofensiva infiltrándose por los dos lados que conectaban la franja terrestre con el resto de la isla. Apoyados por un bombardeo preliminar de artillería de arrojó más de 12.000 proyectiles y granada fumígenas a las 4:50 horas, los japoneses arrollaron las posiciones de las 7ª y 77ª Divisiones Estadounidenses, las cuales abandonaron importantes sectores de la zona como Tanabaru que previamente habían ocupado. De hecho, las tropas japonesas avanzaron imparables varios kilómetros hasta que a las 6:00 horas de la mañana, la 1ª División de Marines se desplegó en el área amenazada de la costa para masacrar a los nipones con un potente fuego de mortero y ametralladora. Fue entonces cuando incapaces de seguir progresando, el general Mitsuru Ushijima comprendió que la operación había fracasado y ordenó la retirada tras un saldo de 5.000 bajas japonesas entre muertos y heridos con 54 cañones que resultaron destruidos, así como otras 1.336 bajas estadounidenses entre 700 muertos y 636 heridos.
Mientras la batalla se intensificaba en la Península de Oroku, sobre el Océano Pacífico los aviones kamikazes volvieron a hacer su aparición y a causar estragos como por ejemplo el hundimiento de los tres destructores estadounidenses USS Little, USS Morrison y USS Luce, además de las lanchas de desembarco LSM-190, LSM-194 y LSM-195. Ni siquiera se salvaron los escasos buques británicos como el portaaviones HMS Formidable que fue dañado por un japonés suicida con un resultado de 11 aparatos destruidos en pista y 55 bajas entre 8 muertos y 47 heridos; así como como también el crucero USS Birmingham. Sin embargo la peor parte se la llevó el portaaviones norteamericanos USS Sangamon que tras ser alcanzado por un kamikaze la pista de aterrizaje fue partida en dos y la superestructura deformada con un saldo de 36 muertos, lo que obligó a los marineros a llevar la nave a puerto, a desalojarla por ser inservible y finalmente a destruir el buque.
Pintura de soldados estadounidenses sorprendidos en plena jungla de Okinawa.



Sorprendentemente y contra todo pronóstico, el 4 de Mayo de 1945 el Ejército Japonés desarrolló un plan casi inviable consistente en realizar una operación anfibia con lanchas cargadas de tropas procedentes del mismo Japón. No obstante y a pesar del riesgo que tal cosa suponía, la misión se llevó a cabo con éxito porque un gran número embarcaciones sorteó la vigilancia naval y desembarco a varios miles de hombres en Okinawa sobre las playas de Kuwan. Lamentablemente una vez en tierra, una compañía de marines localizó al enemigo y comenzó a abrir fuego contra éste, matando a varios soldados y hundiendo algunas canoas en las que se ahogaron 477 tripulantes. Pronto los disparos alertaron a otras unidades del Cuerpo de Marines, las cuales acudieron a la zona para rodear al contingente desembarcado y forzarlo a huir a campo abierto, donde más de 2.000 japoneses fueron masacrados en una auténtica carnicería. Únicamente un destacamento de 600 soldados con 10 tanques al mando del capitán Koichi Ito consiguieron superar las líneas enemigas e infiltrarse 2 kilómetros entre la Cordillera Maena y la Cordillera Tanabaru, no sin antes bloquear y minar la Carretera Nº5. Gracias a esta improvisada defensa los nipones aguantaron los intensos bombardeos de la artillería estadounidense durante tres días sufriendo 450 bajas, siendo destruidos sus 10 tanques y quedando reducidos los efectivos iniciales a 150 supervivientes. Ante esta insoportable situación, el 7 de Mayo los últimos japoneses intentaron romper el cerco para ser la mayoría cazados por los marines o acabar suicidándose (por ejemplo los heridos se inmolaron con granadas), logrando solamente alcanzar la zona dominaba por el Ejército Japonés un total de 13 nipones, entre ellos el capitán Koichi Ito y doce soldados.
Malas noticias procedentes de Europa escucharon los japoneses el 8 de Mayo de 1945 cuando varias salvas de artillería disparadas a modo de conmemoración por los buques norteamericanos anclados en Okinawa, anunciaron que Alemania se había rendido y que por tanto Japón se vería obligado a librar la Segunda Guerra Mundial en solitario. Mientras tanto el Ejército Estadounidense que acababa de superar la Cordillera Urasoe-Mura, inició la planificación de la última operación para tomar la Península de Oroku consistente en atravesar la “Línea Shuri” que partía la franja insular de este a oste mediante un ataque coordinado de las 1ª y 6ª Divisiones de Marines, así como las 77ª y 96ª Divisiones de Infantería, más la 7ª División de Infantería en reserva.
El 10 de Mayo de 1945 el Ejército Estadounidense comenzó la gran ofensiva contra la Península de Oroku cruzando el Río Asa mediante tres puentes artificiales construidos por los zapadores (aunque uno de estos resultaría hundido por culpa de cinco soldados japoneses que se volaron tras activar sus granadas adosadas a cuerpo). Una vez consolidada la cabeza logística al otro lado, el 11 de Junio los norteamericanos hundieron las primeras posiciones de la “Línea Shuri” y a continuación libraron feroces batallas individuales a golpe de granada o lanzallamas para eliminar las pequeñas fortificaciones niponas que iban quedando aisladas.
Especialmente cruenta fue la lucha por “Sugar Loaf Hill”, una posición compuesta por cuevas y aperturas naturales con cañones emplazados en los riscos, donde el 15º Regimiento Independiente Mixto Japonés resistió durante provocando unas bajas muy elevadas a los norteamericanos que tuvieron que dividir sus fuerzas para tomar los atrincheramientos adyacentes de la siguiente manera: la 1ª División de Marines se encargó de “Wana Ridge”; la 77ª División de Infantería de “Chocolate Drop”, “Wart Hill” y “Flattop Hill”; y la 96ª División de Infantería de “Dick Hill” y “Oboe Hill”.
Sin duda alguna “Sugar Loaf Hill” constituyó el episodio más sangriento de la Batalla de Okinawa. Por ejemplo en el primer asalto del 11 de Mayo, la 6ª División de Marines tuvo que retirarse en los primeros 900 metros perdiendo cientos de hombres y siendo pulverizados todos los tanques que les acompañaban. Tampoco el día 14 el ataque surgió efecto porque 106 marines causaron baja y 3 tanques Sherman fueron destruidos. Únicamente la jornada del 15 se ocupó la cumbre de “Sugar Loaf Hill”, aunque sólo por un breve espacio de tiempo porque un contraataque japonés forzó a retirarse a los estadounidenses con otras 400 bajas. Precisamente el día 16, la cima cambió hasta cuatro veces de dueño hasta que finalmente la 7ª División de Infantería conquistó la ciudad de Yonabaru, lo que facilitó el acceso a la 6ª División de Marines para tomar la Cresta de Wana, apoderarse del Creciente y finalmente terminar haciendo cumbre en”Sugar Loaf Hill”.
Al mismo tiempo que se libraban los combates por “Sugar Loaf Hill”, los aviadores japoneses siguieron enviando kamikazes contra la Flota Estadounidense anclada en Okinawa. Por ejemplo el día de la ofensiva dos cazas Zero se estrellaron contra el portaaviones USS Bunker Hill provocando la muerte de 404 personas y la destrucción de 48 aviones sobre su cubierta; además de averiar un nuevo aparato al portaaviones USS Enterprise que sufrió 48 bajas entre 14 muertos y 34 heridos. Simultáneamente durante estas jornadas el choque de un caza Yokosuka D4Y hundió al destructor USS Evans, un Zero al destructor USS Handley y un bombardero en picado Aichi Val al destructor USS Bache, este último enviado al fondo con 41 muertos. También aquella misma noche, la Fuerza Aérea Imperial Japonesa estrenó una novedosa táctica consistente en aterrizar un bombardeo en la pista de uno de los aeródromos de Okinawa, donde tras volcar de panza un grupo de ocho comandos descendieron a toda prisa, para a continuación pulverizar con explosivos siete aviones Corsair en tierra, dañar otros 26 aparatos (incluyendo dos B-24 Liberator) e incendiar 300.000 litros de los depósitos de combustible que el Ejército Estadounidense mantenía en la zona.
La Cordillera Maeda centró la atención de la lucha en Mayo de 1945 cuando 600 soldados japoneses se atrincheraron sobre los riscos de la sierra y las zonas pantanosas del Canal de Wana, forzando a los estadounidenses a infiltrarse en tupidas y húmedas junglas sin poder hacer uso de los tanques debido a que un gran número quedaron inservibles tras hundirse en el barro. Desgraciadamente combatir en un ambiente tan hostil facilitó las emboscadas de los nipones e incrementó las bajas de los norteamericanos, como por ejemplo le sucedió al 1st Batallón del 307º Regimiento de la 77ª División de Infantería después de ser sus efectivos reducidos a la mitad en tan sólo 8 días. De hecho, la batalla fue tan cruenta que hasta 14 días más tarde, el 21 de Mayo, la Cordillera Maeda no fue conquistada por un cada vez más mermado Ejército Estadounidense.

Portaaviones estadounidense USS Bunker Hill fuera de combate tras el impacto de dos kamikazes Zero que le provocaron 404 muertos y le destruyeron 48 aviones sobre la cubierta.
Tampoco la campaña del Río Asato resultó nada agradable para la 6ª División de Marines encargada de la operación. Nada más cruzar sus orillas los marines sufrieron innumerables contratiempos como los 500 soldados japoneses que tuvieron que aniquilar en el Monte de la Herradura y las constantes lluvias torrenciales que anegaron la Carretera Nº13. Cuando por fin los norteamericanos alcanzaron la capital de Naha al sur de la isla, libraron una intensa batalla calle por calle y casa por casa, en donde se vieron obligados a sortear infinidad de trampas explosivas y abatir a los numerosos francotiradores ocultos en viviendas y tejados. Finalmente y después de sangrienta lucha de varios días que redujo el 90% de la metrópoli a escombros, el 24 de Mayo la ciudad de Naha fue conquistada y la “Línea Shuri” superada.
Urgentemente el general Mitsuru Ushijima convocó una reunión de emergencia para el Estado Mayor en el Castillo de Shuri al saber la noticia acerca de la pérdida de Naha. Según acordaron los altos mandos militares, se llevaría a cabo un repliegue táctico a la Península de Chinen y la Península de Kiyan, ambas dentro de la propia Península de Oroku, las cuales ofrecían una orografía natural favorable en donde prolongar la defensa de la isla durante más tiempo.
Gracias a una intensa lluvia que paralizó las operaciones de los Aliados y mantuvo a los aviones en tierra, los restos del XXXII Ejército Japonés atravesaron la Bahía de Nakagusuka e iniciaron la retirada de forma escalonada y ordenada. Ni siquiera cuando se disipó el temporal y el cielo clareó, los estadounidenses reaccionaron porque se entretuvieron en repeler un nuevo ataque de aviones kamikaze que hundieron al destructor USS Drexler provocándole 158 muertos.
A finales de Mayo de 1945, la 1ª División de Marines reanudó la marcha para limpiar los últimos restos de la “Línea Shuri” ocupando primero la localidad de Inasomi, luego haciendo cumbre en los Montes Hen y Hector, y por último conquistando la plaza feudal del Castillo de Shuri que hasta ese momento había recibido 200.000 proyectiles y acababa de ser coronada por una bandera norteamericana que plantó el coronel Richard Poss. A pesar de que esta acción fue considerada en Washington como una importante victoria para los Aliados; la realidad era bien distinta porque la mayor parte de los soldados japoneses, unos 5.000 montados a bordo de un centenar de camiones, completaron la evacuación con éxito al atrincherarse intactos en las Penínsulas de Chinen y Kiyan.

Asaltos a las Penínsulas de Chinen y Kiyan
A inicios de Junio de 1945 el Ejército Estadounidense planificó la que debía ser la última ofensiva en Okinawa contra un XXXII Ejército Japonés reducido a 11.000 soldados adscritos a elementos de las 24ª y 62ª Divisiones de Infantería, más la 44ª Brigada Mixta Independiente, cuyas unidades se concentraron en un perímetro defensivo que se articulaba en torno a la Cordillera de Kunishi con unos precipicios de 2 kilómetros de coral, el Monte Yaeju-Dake de 120 metros, el Monte Yuza-Dake de 102 metros y el Monte 95 de 90 metros de piedra caliza, estando situado el puesto de mando del general Mitsuru Ushijima en el Monte 89 al sur del pueblo de Mabari. De tal operación se encargaría la 1ª División de Marines atacando la costa occidental, la 77ª División de Infantería la costa oriental y la 6ª División de Marines procedente de Naha asaltando la Base Naval del Estuario Kokuba.
La 6ª División de Marines comenzó la última ofensiva en la Península de Oroku el 1 Junio de 1945 mediante un rápido y sangriento avance que acabó con la toma de la ciudad de Itoman después de que la mayor parte de la guarnición japonesa resultase aniquilada. Acto seguido, estos mismos marines irrumpieron en la Base Naval del Estuario de Kokuba que conquistaron a base de intensos combates y con el apoyo de la flota, al mismo tiempo que un segundo contingente efectuaba un desembarco en la retaguardia nipona. Más complicaciones encontraron los invasores el sector de Tomigusuku, donde un campo de minas anticarro destruyó 30 tanques Sherman; así como la 96ª División de Infantería que sufrió cuantiosas bajas a la hora de tomar las aldeas de Iwa, Tomui y Shindawaku entre los días 7 y 8 de Junio. Solamente la 7ª División de Infantería tuvo algo de suerte porque gracias a una manguera de 60 metros conectada a un tanque lanzallamas consiguió foguear a todos los defensores del Monte 95 que ardieron como teas humanas. A partir de entonces tendrían que transcurrir 48 horas para que la mañana del 10, toda la Penínsuka de Oroku fuese ocupada al completo tras un saldo de 1.068 marines muertos o heridos y 2.000 bajas japonesas entra 1.800 muertos y 200 prisioneros.

Un tifón sobre el mar constituyó el nuevo enemigo con que se encontró la Marina Aliada aquel Junio de 1945 cuando el viento y una fuerte tormenta dañaron gravemente los dos portaaviones USS Salamaua y USS Windham Bay; los tres acorazados USS Alabama, USS Indiana y USS Massachusetts; los tres cruceros USS Pittsburg, USS Baltimore y USS Duluth; y a los dos destructores USS Conklin y USS Mckee. Tampoco los kamikazes concedieron tregua durante aquellas jornadas porque los aviones suicidas hundieron a los dos destructores norteamericanos USS William Porter y USS William Ditter.

El 10 de Junio de 1945 la 1ª División de Marines y la 77ª División de Infantería penetraron finalmente en las Penínsulas de Chinen y Kiyan. Sería precisamente esta última unidad la que más problemas se encontró en las faldas del Monte Yaeju-Dake porque durante 48 horas los japoneses rechazaron todos los asaltos provocando 120 bajas a los norteamericanos y haciéndoles gastar inútilmente 144.000 litros de combustible de lanzallamas rociando la cima. Fue entonces cuando a las 3:30 horas del 12 de Junio, los estadounidenses aprovecharon la oscuridad de la noche para escalar silenciosamente el Monte Yaeju-Dake y atacar por sorpresa a los nipones, quienes amedrentados por la acción, salieron corriendo a campo abierto para ser batidos por el fuego de la artillería que causó una enorme mortandad o ser cazados por el fuego de fusilería desde la cima cuando los supervivientes intentaron dar marcha atrás.

Milagrosamente los pocos que consiguieron escapar perseguidos por los tanques de la 1ª División de Marines que avanzaba por la costa occidental, se refugiaron y atrincheraron a 1 kilómetro de sus posiciones de partida a la espera de acontecimientos.

Transcurrida una semana del asalto al Monte Yaeju-Dake, el Ejército Estadounidense reanudó la ofensiva el 17 de Junio de 1945 mediante el soporte de 264 piezas de artillería que arrasaron el pueblo de Makabe. Al día siguiente, el 18 de Junio, los norteamericanos finalmente se apoderaron de la Cordillera de Kunishi, donde el mismo general Simón Bolivar Buckner se trasladó para contemplar el desarrollo de las operaciones. Sin embargo y de manera inesperada la dotación de cañón japonés localizó a la oficialidad enemiga y a las 15:00 horas de la tarde disparó cinco proyectiles contra el puesto de mando, acabando con la vida del general Simón Bolvivar Buckner y varios oficiales (precisamente este último se convirtió en el primer general norteamericano en morir en combate desde la Guerra de Secesión en el siglo XIX).


 Inmediatamente el fallecido fue sustituido por el general Roy Geiger, aunque las malas noticias entre el generalato se siguieron sucediendo porque media hora más tarde, a las 16:00, el coronel Heinl Roberts murió por el certero disparo de un francotirador japonés oculto.
Tanque Sherman con soldados se toman un descanso para recoger  cultivos durante el bloqueo a las penínsulas de Kiyan y Chinen el 12 de Mayo de 1945


Bastante escasas eran las bolsas niponas que el 19 de Junio continuaron resistiendo en Okinawa. Se trataba de la 24ª División de Infantería en Medeera y la 62ª División de Infantería entre el Monte 89 y Maburi, así como 400 hombres aislados del coronel Kukiji Hondo en unos surcos de coral. La lucha contra estos objetivos fue intensa y sangrienta como de costumbre, perdiendo la vida durante el combate un segundo general estadounidense llamado Claudius Easly que fue alcanzado por una ráfaga de ametralladora en la cabeza (la Batalla de Okinawa fue la que más generales se cobró en la Historia de Estados Unidos).

Respecto a los civiles de Okinawa, la mayoría estuvieron condenados a su más completa aniquilación porque cayeron bajo el fuego cruzado o se suicidaron colectivamente, como por ejemplo hicieron familias enteras con niños mediante envenenamientos, pegándose un tiro en la cabeza, rajándose el vientre con el rito “sepukku” o arrojándose por barrancos. También entre los miles de refugiados que preferían rendirse a los norteamericanos, intentaron infiltrarse numerosos soldados que con bombas adosadas al cuerpo se inmolaban ante los guardias. Aproximadamente 40 suicidas fueron abatidos por los marines y el coronel Hiromichi Yahara, quién había intentado escapar vestido de civil y había reconocido por su llamativa altura.

Incapaces de resistir por más tiempo, la noche del 21 de Junio de 1945, el general Mitsuru Ushijima y sus oficiales cantaron el himno nacional del Kimigayo y a continuación se suicidaron mediante el ritual del “harakiri”. Solamente unas horas después los soldados estadounidenses conquistaron su puesto de mando en el Monte 89, se apoderaron del pueblo de Maburi y aseguraron la Sierra de Kiyamu-Gusuku.
Con el amanecer del 22 de Junio de 1945, un total de 18 aviones kamikaze pusieron en práctica la “Operación Kikusuri 10” consistente en el último ataque suicida contra Okinawa. Entre las pérdidas contabilizadas estuvo el hundimiento del portahidroaviones USS Curtiss con 41 muertos, el destructor USS Twiggs con 152 muertos, el transporte USS Barry y la lancha de desembarco LSM-59.


La lucha por Okinawa transcurrió el 23 de Junio con mucho menos intensidad tras la caída de la ciudad de Medeera. Desde entonces solamente se dieron breves escaramuzas entre sitios muy localizados de las montañas y selvas, aunque especialmente en las cuevas, donde la mayor parte de las entradas tuvieron que ser selladas por equipos de demolición, dejando atrapadas en el subsuelo a un total de 23.764 personas entre militares y civiles que de forma horrible irían pereciendo de hambre o sed durante el paso del tiempo. Fue así como los choques se siguieron reproduciendo en determinados puntos de la isla hasta el 30 de Junio de 1945 se consideró todo el territorio insular asegurado. La Batalla de Okinawa había finalizado.




Conclusión

Un total de 82 días de intensos combates se prolongó la Batalla de Okinawa, hasta entonces la más complicada librada por los Aliados durante la Guerra del Pacífico. Curiosamente y respecto a otras campañas anteriores, la invasión de las Islas Ryûkyû constituyó el primer enfrentamiento en que el Ejército Japonés infligió más bajas humanas y materiales al Ejército Estadounidense que las suyas propias, lo que demostró que en caso de producirse la tan anunciada invasión del Japón metropolitano, la cantidad de muertos y el coste logístico para los Aliados sería de proporciones gigantescas.

Estados Unidos sufrió 101.357 bajas entre 20.195 muertos, 55.152 heridos y 26.000 hospitalizados psiquiátricos; así como un material de 225 tanques destruidos, 768 aviones derribados y 87 buques hundidos (2 portaaviones, 17 destructores, 2 dragaminas, 1 portahidroaviones, 3 transportes y 62 lanchas de desembarco), además de otras 254 embarcaciones dañadas (11 portaaviones, 9 acorazados, 5 cruceros y 229 destructores, transportes o lanchas de desembarco).

Japón sufrió unas 85.000 bajas entre 77.166 muertos y 7.000 prisioneros; así como un material de 27 tanques y 743 cañones destruidos, 1.430 aviones derribados o estrellados como kamikazes y 6 buques hundidos (1 acorazado, 1 crucero y 4 destructores).

Respecto a los civiles ryûkenses de Okinawa y las Islas Ryûkyû, la tragedia fue mayúscula porque 140.000 no combatientes perdieron la vida de la forma más diversa ya fuesen varones, mujeres, niños o ancianos. La mayoría perecieron a causa de los combates o los bombardeos aéreos y navales, aunque un gran número se mató en suicidios colectivos o forzados, e incluso a veces en ejecuciones cometidas por los propios soldados japoneses tras señalar de cobardes a los civiles, además de ser también asesinadas algunas mujeres después de ser violadas por los marines estadounidenses.

La Batalla de Okinawa y el alto coste humano que significó en víctimas mortales y heridos (se registraron 3.000 muertos diarios sumando ambos bandos), llevó a Washington a replantearse su estrategia ofensiva sobre la posibilidad de invadir Japón en la por aquel entonces bautizada como “Operación Downfall”. Según este documento, se preveía la conquista de las cuatro grandes islas del archipiélago nipón (Honshû, Kyûshû, Shikouku y Hokkaido) con una estimación en bajas de más de un millón de soldados estadounidenses muertos, un cuarto de millón de británicos, decenas de miles de soviéticos y otros socios como los australianos o neozelandeses, además de varios millones de japoneses.
Ante las sangrientas expectativas futuras analizadas tras la Batalla de Okinawa, finalmente en Agosto de 1945 el Gobierno de Estados Unidos se decantó por arrojar dos bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki que forzaron definitivamente a Japón a rendirse. Fue así como el 2 de Septiembre de 1945, sólo dos meses y medio después de la Batalla de Okinawa, los Aliados se alzaron con la victoria poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial.

Información extraída de  http://www.eurasia1945.com.

Bibliografía:
-Rubén Sáez Abad, Okinawa 1945, HRM Ediciones (2016), p.9-144
-Derrick Wright, Pacific Victory. “Okinawa”, Sutton (2005), p.197-233
-Editores de S.A.R.P.E., Crónica Política y Militar de la Segunda Guerra Mundial. “La batalla final: Okinawa”, S.A.R.P.E. (1978), p.2.272-2.278
-R.G. Grant, 1.001 Batallas que cambiaron el curso de la Historia, “Okinawa”, Grijalbo, (2012), p.890
-Lawrence Rees, El Holocausto Asiático, Crítica (2009), p.176-186


Otros enlaces de interés

A los 70 años de Okinawa

Okinawa en la actualidad

 

viernes, 2 de junio de 2017

El cine en el periodo de entreguerras

EL CINE PARA LA HISTORIA

El cine constituye un magnífico recurso para acercarse al conocimiento de la Historia. Permite dar forma a aquello que hemos estudiado en teoría y recrea como nada aspectos como el paisaje, la vestimenta o el carácter de los personajes, algo generalmente difícil de entender a través del exclusivo trabajo académico.
No obstante, no todo lo que se produce es idóneo ayuda a entender la Historia pues frecuentemente lo que se narra en el celuloide nada o poco tiene que ver con la realidad y más que ilustrar deforma la percepción sobre un período o hecho concreto. Ejemplos palmarios de mal cine histórico los encontramos en las grandes superproducciones del cine americano de Hollywood, donde el espectáculo mal entendido prima sobre la verdad. Sin ir más lejos, conocidos filmes como "Alejandro Magno" o "Troya" inventan situaciones, acontecimientos y personajes en aras de una espuria distracción que merma el interés de lo que en su día fue en la realidad mucho más excitante y apasionante que lo imaginado por la calenturienta mente de un mal guionista.
Ejemplos de buen cine histórico o con un tratamiento acorde con la historia en la recreación de ambientes y situaciones, los encontraremos en el cine británico y francés.
Las películas que aquí se recomiendan no pretenden en absoluto ser rigurosas desde el punto de vista histórico, pero han sido seleccionadas por dos motivos: el interés que pueden suscitar en el público al que van dirigidas (con edades comprendidas entre los 16 y 18 años) y su fácil localización en los circuitos comerciales. Quedan por tanto fuera filmes que, aún poseyendo mayor calidad artística y rigor, o bien no son lo suficientemente sugerentes o bien son difíciles de conseguir.
Para más información sobre la relación entre cine e Historia aconsejo la lectura del artículo elaborado por Ricardo Ibars Fernández e Ydoya López Soriano que versa sobre las relaciones entre el cine y la Historia, recogido en la excelente revista de Historia "Clío".


Cine e Historia
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LA ECONOMÍA DE ENTREGUERRAS
Los primeros tiempos del cine. Ver en Web
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Ejercicio ETAPAS HISTÓRICAS

Sitúa los distintos inventos del ser humano en la etapa histórica en la que se produjo . Para realizar el ejercicio . Haz cli...